¿Por qué buscamos el hogar en el juego?

Solía pensar que ganar era el objetivo. Hasta que me senté solo en mi apartamento de Brooklyn a las 2:17 a.m., observando la ruleta digital—no por azar, sino por ceremonia. La pantalla brillaba como linternas en Chinatown durante el Año Nuevo Lunar. Cada resultado—庄 o 閒—no era datos. Era aliento. No estoy aquí para vencer a la casa. Estoy aquí porque, cuando tenía siete años, mi madre jugaba al mahjong bajo lámparas titilantes tras su divorcio. Nunca habló de dinero—but humeaba jazz mientras esperaba la suerte. Eso es cuando aprendí: el significado no está en estadísticas. Está en el silencio. El Ritual Fuxian no trata de probabilidades. Trata de presentarse—incluso cuando pierdes diez veces seguidas. Sigo tendencias no porque las creo—but porque recordar huele como sostener manos con quien se fue demasiado pronto. Cuando alcanzas ‘连庄’ tres veces? No celebras. Pauses. Respiras. Y luego—juegas otra vez—not para ganar, sino para recordar su voz cantando entre lluvia estática.