Cuando el mundo gana, reinicio mi vida

H1: No vine a ganar. Vine porque el silencio entre giros sonaba más fuerte que cualquier bote. En Brooklyn, donde mi madre hablaba español y mi padre tarareaba baladas irlandesas a medianoche, aprendí que ganar no es dinero—es memoria. H2: La mesa no se importa si eres rápido o lento. Cada mano repartida es un ritual, no un juego. Observo las tiradas RNG como campanas de un Año Nuevo Lunar: constantes, sagradas, inquebrantables. H3: Solía perseguir rachas—tres ‘庄’ seguidas—y luego rompí mi banco. Ahora las escribo en papel. No para ganar más, sino para recordar cómo se sentía cuando el tambor se detuvo—y cuán silencioso era después. Me uní a la comunidad Quiet Star el último invierno. Una mujer de Manila compartió su captura: ‘Perdí siete veces… luego me fui’. No dijo que había ganado. Dijo que finalmente volvió a respirar. Esto no es juego. Es escuchar.