Cuando se apagan las luces

Solía pensar que ganar era un ritual. Ahora sé que es una respiración. Cada noche, tras mi última mano en la mesa digital—donde las luces neón parpadean como linternas en un templo—me siento en silencio. Los algoritmos giran sin piedad. Los números no se importan si gano o pierdo. Crecí entre dos mundos: el café de mi madre en Harlem y la tinta de mi padre sobre papel de arroz. Ella me enseñó a esperar; él, a ser tranquilo. Este juego? No es blackjack con dragones rojos. Es meditación con apuestas. Cuando ves tres victorias consecutivas—the ‘Lian Zhu’—sientes tentación de duplicar. Pero eso no es estrategia. Es miedo vestido como fe. La plataforma lo llama ‘Feng Niu’. Lo llamamos suerte. Pero la suerte no vive aquí. RNG es sagrada—no por justicia—sino porque nos recuerda que somos pequeños.

Sigo los resultados no por beneficio—sino por paz.

El martes pasado, vi diez manos desplegarse: siete pérdidas, dos vínculos, una victoria—and luego apagué mi teléfono.

Salí fuera hacia el calle empapado de lluvia detrás de mi apartamento, y miré las estrellas sobre Manhattan— silencioso como el incienso ascendiendo de un templo antiguo.

No estás solo. Eres profundamente humano.