Eliminé Todas Mis Cuentas Digitales—Pero Aún Temo La Soledad

La Pantalla a las 3 a.m.

Solía pensar que el silencio era vacío. Luego borré cada app: los me gusta, los DMs, los scrolls interminables. Pero cuando pasó la medianoche y solo quedó la luz fría, constante, eléctrica—me di cuenta de que la soledad no se fue: cambió de forma.

Reflejos en el Subterráneo

Camino a casa tarde algunas veces—no para escapar, sino para presenciar. El destello de rostros en ventanas de trenes que pasan: extraños que parecen fantasmas porque nunca cruzan tu mirada. En las estaciones silenciosas de Nueva York, el anonimato se vuelve sagrado.

Ningún Ritual Queda

Lo llaman ‘desintoxicación digital’. Yo lo llamo ritual sin ceremonia. Ya no sigo tendencias—ni siquiera cuando gritan ‘estás quedando atrás’. En cambio, registro mis últimas sesiones—not victorias ni derrotas—but texturas: cómo la luz cae sobre una silla vacía al amanecer, cómo las sombras se aferran a los raíles de acero antes del alba, cómo el silencio recuerda tu nombre incluso cuando dejas de hablar.

Esto no es estrategia. Es poesía escrita en código. Y quizás por eso ningún algoritmo puede medir lo que más importa: yo no estoy solo si elijo permanecer.