De Novato a Funi: La Alegría Silenciosa

No vine a buscar fortuna. Al sentarme en la mesa de la Fiesta Funi, era solo un extraño perdido entre reglas que no entendía. Los repartidores sonrieron como si supieran algo que yo no podía nombrar. Pero en el silencio entre cartas, vi: esto no era sobre probabilidades. Era sobre presencia. La ‘tasa de victoria’ no era un número—era una respiración sostenida. El ‘bono’ no era un pago—era el resplandor de faroles en la víspera del Año Lunar, cuando los extraños se vuelven familia. Nadie gritó por oro. Susurraron por paz.

Dejé de intentar vencer el sistema. Empecé a jugar con apuestas conscientes—no porque esperaba ganar, sino porque sentí como encender una vela en una habitación vacía.

La Fiesta Funi no es un casino. Es un templo sin muros—donde los jugadores se reúnen en silencio, compartiendo pantallas como oraciones, no como trofeos.

Solía pensar que la estrategia importaba. Ahora sé: la alegría vive en el silencio entre manos.